La medida adoptada el pasado 1 de noviembre por el Ayuntamiento de El Tiemblo, en Ávila, de cobrar una tasa a cada vehículo y persona que acceda en las épocas de mayor afluencia al aparcamiento situado cerca del famoso castañar ha despertado un viejo debate en torno a la gestión de espacios naturales frágiles. La cercanía de este bosque a un gran núcleo como Madrid lo ha convertido en uno de los objetivos más atractivos del turismo verde.
Y no se trata del único bosque que se ha resentido por la creciente afluencia de público que acude bajo el reclamo de las actividades en la naturaleza. El alcalde de El Tiemblo, Rubén Rodríguez Lucas, no duda de la necesidad de regular la afluencia de público como única vía para conservar «uno de los castañares más importantes de Europa». «La Guardia Civil ha contado más de 800 vehículos en un sólo día en un aparcamiento para menos de 100 coches», asegura, «son más de los que puede haber en cualquier centro comercial de la provincia de Ávila. Por eso hemos gravado el acceso de vehículos en otoño y los fines de semana de julio y agosto», aclara.
A cambio, el ayuntamiento ha habilitado un recinto vigilado para dejar el coche en el pueblo y dos autobuses que suben los siete kilómetros que separan El Tiemblo del castañar por un precio de un euro. «Sólo para cubrir el gasto que origina el servicio de transporte», dice Rodríguez Lucas. «Las tasas que se cobran a quien insiste en subir en su propio medio sirven para completar el coste de los autobuses, de los folletos que usamos para educar la forma de visitar el parque y del personal que vigila el aparcamiento».
Algunos de los mayores expertos en esta materia no confían en esta fórmula como la solución a los problemas de conservación que genera el exceso de presión humana sobre parajes delicados. «No entiendo que deba ser de pago. Tenemos ejemplos como el bosque de Muniellos en el que no pueden entrar más de 20 personas cada día para que se pueda preservar su ecosistema, pero, aunque haya que pedir permiso para entrar, se hace de forma gratuita», afirma Ignacio Abella, escritor de varias obras sobre árboles.
En las jornadas de la Casa Encendida los ponentes coincidieron en que el pago puede crear una discriminación por poder adquisitivo. El director del departamento de árboles monumentales de la Diputación de Valencia, Bernabé Moya, también muestra su desacuerdo. «No me parece bien que se pague por visitarlo, pero sí que se regule, se tutele y se conserve».
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