29 enero 2010

El aumento de temperatura y la protección forestal hacen vulnerables a las poblaciones de pinsapos, según un estudio de la UPO

visto en andaluciainvestiga.com


Investigadores de las universidades de Jaén y Pablo de Olavide, junto al Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC), describen en un estudio cómo el cambio climático y el sistema actual de protección forestal hacen más vulnerable al bosque mediterráneo a la hora de enfrentarse a periodos de sequía o plagas. El trabajo, cuyos resultados se han publicado en la revista Global Ecology and Biogeography, ha recibido financiación de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía, el Ministerio de Ciencia e Innovación y la Fundación Aragón I+D.

Juan García Orta
Ante el corte transversal del tronco de un pinsapo (Abies pinsapo), el investigador Juan Carlos Linares puede averiguar muchas cosas. La dendrocronología, ciencia de datación de los árboles en función de sus anillos, le permite conocer la fecha exacta de su nacimiento, pero también los problemas a los que se ha tenido que enfrentar a lo largo de su vida. Uno de los ejemplares que ha estudiado recientemente (ver imagen) refleja en sus anillos el buen crecimiento que tuvo desde sus inicios en 1963, hasta que sufrió un periodo de sequía en 1995. A partir de ese momento, el árbol entró en un proceso de declive del que no pudo recuperarse, creciendo muy poco cada año y quedando expuesto ante futuros acontecimientos adversos.

Para este científico de la Universidad Pablo de Olavide (UPO), la sequía es una eventualidad nada extraordinaria a la que la vegetación tiene que enfrentarse cada cierto periodo de tiempo. Sin embargo, actualmente existen determinados factores que están derivando en un debilitamiento de los árboles, reduciendo con ello sus posibilidades de superar situaciones como plagas o un alto estrés hídrico. Es por esto que Juan Carlos Linares inició, junto a José Antonio Carreira (Universidad de Jaén) y Julio Camarero (CSIC), un estudio sobre el impacto que tiene en los pinsapos el cambio climático y la acción del hombre. 

La elección del pinsapo para este trabajo no ha sido en absoluto arbitraria. Se trata de una especie endémica que sólo se encuentra en algunos puntos de la Serranía de Ronda (Málaga), en la Sierra de Grazalema (Cádiz) y en las montañas del Rif (norte de Marruecos). Un abeto alto, de hojas gruesas de color verde oscuro y de corteza fina gris claro, cuya área de distribución es muy limitada. Si a esto se le suman sus características particulares, esta población se plantea muy sensible a los cambios producidos en su entorno.

Es precisamente esta sensibilidad la que les resulta atractiva a los investigadores. Por esa razón han estudiado durante los últimos años las poblaciones de pinsapo como un modelo experimental, capaz de avanzar los efectos de la variación en las condiciones del clima y en el uso del territorio sobre el bosque mediterráneo. “Las particularidades del pinsapo hacen de él un buen observatorio temprano de los efectos del cambio global”, señala el investigador, quien ya ha comenzado a validar su trabajo aplicando los mismos esquemas de estudio en los bosques de cedro (Cedrus atlantica) de Medio Atlas en Marruecos, así como en los de pino salgareño (Pinus nigra salzmanii) en Cazorla.

Entorno sobre protegido

El contexto en el que hoy por hoy se enmarcan los bosques de pinsapo es el de entorno protegido. Espacios acotados donde se ha eliminado toda intervención por parte del hombre, más allá de salvaguardar las especies que allí residen. Esta iniciativa, de gran expansión durante la segunda mitad del siglo XX, ha permitido conservar la variedad de la flora mediterránea, favoreciendo una buena recuperación de la vegetación. Esto es así hasta el punto que, según recoge el estudio, está comenzando a suponer un verdadero problema para su continuidad a largo plazo.

“La estructura que conocemos y la funcionalidad de los sistemas mediterráneos es producto, en buena medida, de la evolución que han tenido con la cultura humana desde el neolítico hasta la actualidad. Pretender ahora, en una escala de tiempo muy reciente, convertir en santuarios naturales lo que se ha desarrollado con la presencia del hombre no es natural, aunque pueda parecerlo”, subraya Juan Carlos Linares. Y es que, para el investigador, la gestión que se ha realizado sobre los espacios protegidos estudiados, ha colocado estos entornos naturales en una situación de vulnerabilidad.

Para fundamentar esta afirmación, los científicos han analizado la estructura actual de los bosques de pinsapo. En este trabajo han encontrando una elevada densidad y, con ella, una alta competencia de los individuos por los mismos recursos de agua o nutrientes. La luz comienza a ser un bien escaso, ya que las copas de los árboles no dejan ningún hueco libre. Además, muchos de ellos tienen una edad parecida, lo cual disminuye aún más la diversidad de la población.

“Hasta hace algunos años, en Marruecos aún se da el caso, había un cierto manejo del monte por parte de la población local. Los habitantes de la zona extraían leña, introducían ganado … de forma que se abrían claros, se cortaban árboles, algunos eran jóvenes y otros viejos, favoreciendo la diversidad de tamaños y de habilidades competitivas”, afirma el investigador de la UPO. Al eliminarse el factor humano, los bosques de pinsapo han disminuido su crecimiento y, con él, sus “defensas”.

Producen cada año lo justo para mantenerse y dejan poca energía libre para generar hormonas o sustancias de protección frente a patógenos o plagas.

Cambio en el clima

El estado de vulnerabilidad en el que se encuentran los bosques de pinsapo es especialmente significativo si se tiene en cuenta un factor importante: el cambio climático. Es por ello que los investigadores han prestado especial interés al estudiar las variaciones registradas en la temperatura y la lluvia y su efecto sobre estas poblaciones.

“Desde los años 60 hasta la actualidad, la temperatura media se ha ido incrementando, con lo cual, y asumiendo que no se han producido cambios importantes en las precipitaciones, la evaporación del agua es mayor y, con ella, el grado de estrés hídrico”, señala el científico. De esta forma, el estudio concluye que los bosques de pinsapo tienen un estrés acumulado a lo largo de los años que les coloca en peor situación cuando, por ejemplo, viene un año de fuerte sequía.

En relación a esto último, “al hablar de cambio global muchas veces pasa desapercibido un dato: aunque la media de precipitación de las últimas décadas se mantiene prácticamente uniforme, se encuentra una mayor oscilación”, afirma Juan Carlos Linares. Y es que los datos muestran cómo los años con baja precipitación son significativamente más secos de lo que solían serlo y, cuando se dan lluvias, éstas son torrenciales. Este tipo de eventos hace que los árboles superen su umbral de tolerancia, quedan debilitados frente a situaciones adversas.

Con todos estos datos sobre la mesa, los investigadores mantienen abierta una línea de trabajo encaminada a desarrollar una gestión razonable del entorno. “No podemos intervenir sobre el clima, ni poner riego o aire acondicionado para que los árboles pasen menos estrés hídrico, pero sí podemos manejar la estructura reduciendo la densidad, diversificando, … para que cuando venga un evento de sequía, los árboles tengan mayor capacidad de hacerle frente”, concluye el investigador.

Más información:

Juan Carlos Linares Calderón
Área de Ecología
Universidad Pablo de Olavide
Tlf: 953 212551

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