MARC GARFELLA RUIZ | Vilaür, Alt Empordà (Girona) | 18/01/2010
Según datos oficiales del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino para el período 1995-2008 hubo en España un total de 273.932 incendios forestales, el 63,4 % de los cuales de superficie inferior a 1 ha (conatos), el 36,5 % de superficie igual o superior a 1 ha (incendios forestales) y tan sólo el 0,1 %, atención a la cifra, de superficie igual o superior a 500 ha. Esto es así gracias al trabajo de grandes profesionales que se enfrentan diariamente a las condiciones más extremas que uno se pueda imaginar para salvaguardar la seguridad del resto de la sociedad. Desafortunadamente en algunas pocas ocasiones el fuego extingue el aliento de los valientes; como sucedió Guadalajara o más tarde en Horta de Sant Joan, lugar este último donde Jaume, Jordi, Ramón, David y Pau perdieron la vida el pasado verano.
Con un desconocimiento absoluto de la complejidad técnica de la extinción de un incendio forestal, la opinión pública, desacertadamente, se ha lanzado a un debate impertinente y inoportuno. Se ha desviado la atención lejos del verdadero problema y sin atender a las causas primeras: el exceso de continuidad y carga de combustible forestal, debido al abandono de los aprovechamientos forestales por falta de rentabilidad, que desemboca, en condiciones atmosféricas extremas, en grandes incendios forestales de extraordinaria potencia que acaban amenazando, no sólo patrimonio natural, sino también viviendas, infraestructuras y, lo más importante de todo, vidas humanas.
Se trata entonces de un problema estructural de alto calado social y que la clase política debe abordar con urgencia mediante mecanismos, inversión pública e incentivos fiscales que dinamicen la gestión forestal, dado que se presenta como la mejor herramienta, en términos de coste-eficiencia, para prevenir los grandes incendios forestales (tal y como recogen las conclusiones del II Congreso Forestal Catalán). Si no gestionamos la riqueza de nuestros montes (y este sí es el verdadero debate), recolectaremos cenizas y muertes.
Se trata entonces de un problema estructural de alto calado social y que la clase política debe abordar con urgencia mediante mecanismos, inversión pública e incentivos fiscales que dinamicen la gestión forestal, dado que se presenta como la mejor herramienta, en términos de coste-eficiencia, para prevenir los grandes incendios forestales (tal y como recogen las conclusiones del II Congreso Forestal Catalán). Si no gestionamos la riqueza de nuestros montes (y este sí es el verdadero debate), recolectaremos cenizas y muertes.
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