Tanto esfuerzo, ¿vale realmente la pena? ¿Por qué no pueden los bomberos dejar de trabajar eventualmente en un incendio y regresar a él cuando los riesgos sean ya menores? En definitiva: «¿Cuántas hectáreas de bosque vale una vida humana?», cuestionó ayer Juan Herrera, jefe de los Grups de Recolzament d’Actuacions Forestals (GRAF) de Barcelona. La intervención en el Parlament de varios responsables de los bomberos que trabajaron en el incendio de Horta de Sant Joan dejó ayer muchos elementos para la reflexión. En su comparecencia, tanto Herrera como el jefe de los GRAF en Catalunya, Marc Castellnou, cuestionaron si arriesgar la vida de los agentes no supone un «gran esfuerzo por algo que no vale tanto».
Hay veces, explicó Castellnou, en que hay que renunciar a seguir extinguiendo un incendio y esperar a que las condiciones de riesgo aminoren. El problema, indicó, es que la legislación actual no les autoriza a hacerlo. «No me está permitido decir a los bomberos, a las dos de la tarde, que todo el mundo se vaya a la plaza del pueblo y que a las seis de la tarde ya volveremos. La ley no nos permite dejar el país sin labores de extinción», precisó el jefe de los GRAF.
Si así fuera, agregó, habría optado muchas veces por evacuar a sus unidades, «porque el bosque se quema y luego los árboles vuelven a crecer». A los cinco bomberos que murieron en la extinción del fuego de Horta «se les ha perdido para siempre», lamentó. La cuestión, insistió después Herrera, es «saber dónde está el límite entre la seguridad personal y el compromiso público».
FUEGO SOSTENIBLE / Que dejar quemar un bosque puede ser, en determinadas condiciones, hasta beneficioso es algo que los expertos vienen defendiendo desde hace tiempo. Un fuego, si está bien controlado, si se produce en una zona boscosa bien estructurada, puede ayudar a limpiar la maleza del sotobosque, reforzar el arbolado de mayor envergadura y ser una herramienta útil para la gestión forestal. Por eso, cuando se desata un gran incendio, «aunque parezca que vaya a tener efectos devastadores», no es descabellado «dejar quemar las colas del fuego, es decir, permitir que ardan las áreas donde el fuego es de baja intensidad», argumentó ayer Míriam Piqué, jefa del área de Gestión Forestal Sostenible del Centre Tecnològic Forestal de Catalunya (CTFC).
De este modo, los equipos antiincendios pueden concentrar todos sus esfuerzos en las áreas donde las llamas avancen a mayor velocidad. La decisión, admitió la técnica del CTFC, «es complicada, porque el fuego genera mucha alarma ».
Las investigaciones del equipo de Piqué han concluido que, desde el punto de vista ecológico y económico, «la acción del fuego en un bosque que ha recibido un tratamiento silvícola no tiene por qué ser perjudicial». Es bueno, razonó la experta, «porque permite realizar una limpieza del sotobosque y porque, según se ha comprobado, los árboles que sobreviven siguen creciendo». Además, recordó, las especies habituales de los bosques mediterráneos «suelen rebrotar con facilidad».
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