El horizonte del medio rural gallego no parece muy alentador a corto plazo. Sin embargo, las esperanzas para fijar una nueva población capaz de vivir con unos ingresos superiores a los que generan las actividades tradicionales -y crear así una demanda de servicios- están depositadas en sectores económicos ahora infrautilizados. Es el caso, por ejemplo, del negocio forestal. Consecuencia de una estructura de propiedad minifundista, gran parte del bosque -un tercio, concretamente- es improductiva para las industrias.
El Plan Forestal de Galicia, aprobado por el Parlamento en 1992, preveía que cada ejercicio se destinase un 3% del presupuesto autonómico al sector, fundamentalmente a políticas de reordenación, es decir, lograr parcelas más grandes en que fuese más rentable la explotación. Desde entonces hasta ahora ese plan se ha venido incumpliendo sistemáticamente año tras año. Las empresas madereras advierten de que la inversión en el monte es clave para mantener la competitividad de una industria que factura más de 2.000 millones al año y de la que dependen miles de empleos directos. El desarrollo eólico constituye otra de las futuras fuentes de riqueza.
Aumentar el canon
Propietarios de fincas forestales en que se han instalado parques -constituidos en la asociación Ventonoso- reclaman a las empresas un 10% de la facturación (actualmente reciben una cantidad equivalente al 1%), un modelo similar al que existe en Dinamarca. «Nosotros pensamos que esta puede ser una gran fuente de riqueza para el medio rural y una vía para fijar población en un territorio crecientemente despoblado», explica Jacobo Feijoo, de Ventonoso.
La tercera posible pata para atraer nuevos habitantes es el turismo extranjero. Jubilados europeos, ante la saturación que registra el Mediterráneo, empiezan a demandar viviendas en zonas como la Ribeira Sacra. De hecho ya se han creado estudios de arquitectura gallegos encaminados a trabajar con esta nueva demanda de rehabilitación rural.
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