Cada año miles de hectáreas arden en el medio rural aragonés. En ocasiones el fuego queda restringido a masas forestales, pero muchas veces la agricultura se convierte en damnificada directa por la extensión de las llamas a campos de cultivos. El entorno natural forma un todo en el que conviven montes públicos y fincas privadas. El desastre producido por el incendio que en agosto del año pasado se originó en el campo de maniobras de San Gregorio (Zaragoza) es un buen ejemplo de ello.
Cuando toca prevenir la aparición del fuego o luchar contra él una vez que se ha producido, los conocimientos que tienen quienes viven en esos municipios son muy valiosos. A veces se han producido quejas de lugareños que han lamentado que sus opiniones y consejos no se tuvieran en cuenta a la hora de planificar las tareas de extinción. Agricultores y ganaderos conocen el terreno, saben de sus riesgos, de cómo acceder a ciertas zonas, de cómo hacerlo con rapidez y de la mejor manera de ordenar la lucha contra el fuego una vez que se produce.
Y esos conocimientos son los que ahora se quieren aprovechar de una forma sistematizada. El consejero de Medio Ambiente del Gobierno aragonés, Alfredo Boné, ha explicado esta semana que se está trabajando con las organizaciones agrarias y con los ayuntamientos de las zonas más sensibles en materia de incendios forestales. Se quiere establecer un marco de coordinación que se active cuando se produce un incendio forestal, pero también para escuchar sus opiniones cuando se planifican trabajos de prevención.
«Vamos a trabajar con los más de 400 ayuntamientos que están en las zonas más críticas, tratando de conformar una especie de colaboradores o coordinadores locales, de forma que sean nuestros prácticos en el territorio, que el día que haya un incendio rápidamente podamos contactar con ellos y que nos puedan explicar cosas que a veces en los mapas no aparecen», declaró el pasado lunes Alfredo Boné en una entrevista en la radio autonómica aragonesa.
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