Los montes de pino pinaster y halepensis de España atesoran una riqueza conocida pero olvidada. Las entrañas de su arbolado albergan un potencial de 110.000 toneladas de miera o resina, según las estimaciones del Ayuntamiento de Coca, que se presenta como el último reducto de fe en el resurgir del sector resinero nacional. Su alcalde, Juan Carlos Cabrero (PP), miembro de una familia de varias generaciones de forestales que trabajaron en la investigación de la extracción de resinas, lleva el monte y su riqueza en la sangre y trata de extender su convencimiento por toda España, con más de 40 conferencias en lo que va de año sobre las experimentaciones que su Consistorio lleva a cabo en 18.000 pinos para mejorar la producción y hacer más rentable y menos penoso el trabajo de los resineros. El Consistorio de Coca lleva dos años tratando de advertir al Gobierno sobre el papel estratégico que el sector puede jugar desde un punto de vista económico, social, industrial y medioambiental. Ha escrito cartas al ministro de Trabajo, al presiente del Gobierno y al Consejo Nacional del Clima con la intención de que se abracen a la causa y se defiendan ante la Unión Europea. «La clave está en Europa», afirma el regidor caucense.
Industria química
La miera ha sido utilizada por el hombre desde tiempos remotos, para elaborar pinturas y barnices, para impermeabilizar los cascos de los barcos de las civilizaciones más importantes del pasado. La modernidad trajo otros usos. De su destilación se obtiene un 71% de colofonia y un 23% de aguarrás, correspondiendo el 11% restante a agua o impurezas.
Los subproductos de colofonias y aguarrás son básicos para la industria química en la infinidad de productos que ésta obtiene: tintas, aislantes, fósforos, adhesivos, lubrificantes, combustibles, lacas, barnices, jabonería, papelería, secativos y plásticos, entre otros, derivan de la colofonia. Colorantes, productos terapéuticos, antisépticos, desinfectantes, perfumes, disolventes, explosivos, productos farmacéuticos, barnices, celuloide, aislantes, betunes, caucho, alcanfor o mentol, se obtienen del aguarrás.
Pues bien, la industria española y europea es deficitaria en colofonias y aguarrás, que se suplen con sustitutivos sintéticos procedentes del petróleo y también con otras obtenidas de forma natural y procedentes de países como China o Brasil, los grandes competidores de la resina nacional y que pusieron al sector al borde de la desaparición en la década de los años 80.
España fue uno de los tres países europeos más importantes en la producción de resina durante los siglos XIX y XX llegando a alcanzar una producción de hasta 53.000 toneladas anuales en los años 70. Daba empleo en el monte y complementaba ingresos a un importante número de habitantes del medio rural y a quienes trabajaban en las 73 fábricas de colofonias y aguarrás repartidas por España, de las que más de 40 pertenecían a Unión Resinera, compañía del Banco de Santander que sigue teniendo una abierta, con laboratorio químico, en Coca.
La provincia de Segovia fue la principal productora nacional y más de medio centenar de entidades locales, entre municipios y comunidades de villa y tierra, tenían en la subasta de resina de sus matas de pinar una importante fuente de ingresos. «Tras la actividad asociada a la lana de los siglos XVII y XVIII, la resina ha sido el sector más importante de la provincia», asegura el alcalde de Coca. Muchos segovianos vivían de ella y en torno a la misma se fueron creando usos y costumbres. Las matas, irregulares en su producción, se sorteaban cada cinco años entre los resineros y éstas pasaban de padres a hijos como si formasen parte de una herencia.
El referente de Coca
La villa de Coca y los montes de su Comunidad de Villa y Tierra fueron siempre un referente. Allí se encontraba el Almacén Nacional de Semillas, del que se abastecieron las repoblaciones efectuadas por todo el territorio nacional entre 1940 y 1980 y cuya pista se sigue ahora desde Coca para acreditar la singular calidad resinera de los pinos segovianos y advertir cuántos de los montes replantados entonces por todo el país pueden entrar ya en resinación. La resina segoviana proporciona un porcentaje mayor de aguarrás (27%) y colofonias con un nivel de transparencia supremos, que encabezan una clasificación con 18 niveles.
También el Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias tuvo matas en experimentación en Coca que el Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias acaba de finiquitar para desolación del regidor caucense y su equipo, que han decidido retomar por su cuenta las experimentaciones en una extensión de 18.000 pinos. Su objetivo no es otro que mejorar la productividad de los resineros y sus ingresos con nuevas formas y herramientas para la resinación que humanicen un trabajo antaño penoso.
Y, además, Coca nunca tiró la toalla. La aparición de otras resinas producidas con mano de obra más barata y de colofonias derivadas del petróleo agudizó la crisis del sector hasta casi hacerlo desaparecer entre los años 1983 y 1986. Pero desde 1998 los pinos caucenses vuelven a destilar el oro líquido que riega sus entrañas. Ahora los márgenes comerciales del producto son mayores y compiten de manera razonable con el petróleo por su carácter natural, ecológico y renovable y con las exportaciones de China y Brasil, «países en proceso de desarrollo cuyas industrias necesitan de su producción y que cada año destinan menos cantidades a la exportación», explica Álvarez.
«La industria química española y europea está preocupada porque temen quedarse desabastecidas», añade Álvarez Cabrero. Una razón más para que adquiera el rango de producto estratégico. Pero hay otras, de no menor calado, relacionadas con la preocupación medioambiental. Con la extensión de la resina natural se dejarían de transformar más de 93 millones de toneladas de petróleo, con el consiguiente ahorro de energía no renovable y se dejarían de enviar a la atmósfera miles de toneladas de CO2. También se incentivaría la preocupación por el mantenimiento de los pinares reduciéndose el peligro de incendios y la biomasa extraída en la limpieza de los montes serviría para alimentar calderas, reduciendo de nuevo el consumo de petróleo y las emisiones contaminantes.
Por eso, desde la villa de Coca se considera que la resina también debería ser declarada por la Unión Europea producto estratégico en el combate del planeta contra el calentamiento global.
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