La vida de Gregorio Montero está teñida de verde. Comenzó a trabajar en el monte a los 14 años, compaginó su labor como capataz forestal con la obtención del título de ingeniero de montes y logró una plaza como investigador en el Instituto de Investigaciones Agroalimentarias (INIA). 18 libros publicados y miles de árboles plantados con sus manos atesoran el conocimiento, teórico y práctico, del actual presidente de la Sociedad Española de Ciencias forestales, que defiende la explotación sostenible como la mejor garantía de su cuidado y pervivencia.
Una persona a lo largo de su vida tiene que tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Imagino que en su vida esto último lo ha cumplido con creces.
Sí, he tenido la suerte de cumplir este dicho sobradamente, he tenido dos hijos, he escrito 18 libros y habré plantado miles de árboles.
¿Por qué hay que querer a los árboles y a los montes?
Porque son nuestra propia vida. Los árboles son nuestro sostén, si las plantas dejasen de funcionar, todo dejaría de funcionar. La cadena trófica se rompe y todo se acaba. Los expertos dicen que el ecosistema es la última unidad independiente que es capaz de retrocrearse y la última unidad de vida autónoma en la tierra en este sentido. Desde luego, sin las plantas no podemos vivir.
¿Cree que se les quiere o se les presta la suficiente atención?
Sólo se les presta la debida atención cuando se barrunta que algo está en peligro. Cuando hay una amenaza, como ahora con el cambio climático, es cuando la sociedad reacciona.
Y ahora se le está prestando atención.
Sí, debido sobre todo al cambio climático que parece que podría perturbar en alguna medida el patrimonio forestal, la naturaleza en general y algunos árboles en particular, sobre todo las zonas más áridas de España. Se ha comprobado que los árboles son víctimas del cambio climático, pero también que forman parte de solución para controlarlo. Prácticamente el 20% de todo el C02 que emite nuestro país lo fijan, lo absorben los árboles. Además, los productos de los árboles, como la madera, que todos utilizamos, también es CO2 sacado del circuito. Y si no se recicla de forma adecuada, el C02 de la madera vuelve a la atmósfera. Es el ciclo del carbono.
Es evidente que los árboles tienen un valor ecológico y un valor paisajístico, pero también económico.
Sí, el valor económico es relevante. Somos un país con más importancia forestal de la que en ocasiones se cree. En España cortamos de nuestros bosques en torno a 17 millones de metros cúbicos y consumimos 32 millones. Podríamos ser autosuficientes, pero no lo hacemos porque debido a nuestra topografía, la madera es cara de obtener en algunas zonas, y porque España es un crisol de la biodiversidad. Tenemos más de la mitad de la diversidad de toda Europa. Y es verdad, y lo tenemos que respetar. También es verdad que en algunos bosques sería bueno cortar más porque están sobrepasados de existencias; la acumulación de biomasa, la acumulación de matorral... Se dice que los bosques de nuestro país están enfermos de colesterol, por la acumulación de biomasa y la falta de limpieza.
¿Cómo se curaría a ese enfermo de colesterol?
Tendríamos que tomar conciencia: nuestros montes están cargados de biomasa, están sucios por falta de intervención que se deriva en buena medida de que no hay un interés económico, y nuestros montes por esa misma causa arden con mucha frecuencia y cada año hay incendios incontrolados, por más que nuestro país tenga uno de las mejores servicios contra incendios. Somos el país que más medios dedica al control de incendios, incluso por encima de EEUU y eso supone un gran gasto. Por eso se propugna que haya más prevención y menos extinción.
Si por un lado sobra combustible en los montes, se genera un peligro y pérdidas económicas importantes y, por otro lado, necesitamos energías renovables, debemos intentar transformar todo lo que sobra en el monte en bioenergía. Y esto no se hace porque las empresas no terminan de ver claro la oportunidad de negocio.
¿Se podría trabajar y explotar el sector forestal a la vez que se protegería y se garantizaría un menor número de incendios?
Sí, hay que hacerlo. En este sector, en el naturalismo, apenas quedan conservacionistas que no admitan o aprueben la intervención reglada, graduada, sostenible... cuando hace años había muchos que negaban esto.
Usted habla de protección. ¿La superficie protegida en nuestro país es suficiente o es excesiva?
Los más productivistas dicen que tenemos demasiada, los más conservacionistas dicen que es pobre. El 20% de la superficie de la UE declarada en la Red Natura 2000 está en España. Esto se debe a que tenemos más riqueza paisajística, biológica o geológica que Finlandia o Suecia. El único inconveniente para los propietarios es que a medida que vas haciendo de los bosques un bien general o un bien público, el propietario particular se encuentra con más limitaciones para obtener sus productos y sus costes de explotación serán mayores. Habrá que llegar a un entendimiento entre las dos partes. El 70% de la propiedad forestal es privada en España, los ayuntamientos son propietarios en torno a un 28% y el Estado y las comunidades autónomas tiene un 6%, y estas propiedades forestales privadas tienen menos intervención de lo que parece.
¿España es un país pobre en arbolado?
No. Ahora no, antes sí. España ha sido un país agrícola, es un país viejo y como país mediterráneo que somos, son luz y agua, cuando la hay, la agricultura tiene su importancia. Y el hombre ha necesitado de la agricultura para su sustento y de ahí que haya hecho todo cuanto ha podido por convertir los montes en suelo cultivables. Y eso ha sido así en toda la economía de mantenimiento hasta hace muy poco. El pastoreo, los incendios y la agricultura han sido los tres ejes de ataque a la superficie forestal. En el siglo XIX se crea la administración forestal como una respuesta liberal de la época de que hay que hacer porque la gente está muy sensibilizada. Recordemos las palabras de Ramón y Cajal: "Repoblemos nuestros bosques y nuestras mentes". A partir de ahí se crean servicios para la repoblación, y se repueblan los monasterios, las tierras de la iglesia y muchas tierras públicas. Se hizo una labor estupenda. De hecho, la mejora ha sido notable y la naturaleza está hoy infinitamente mejor que a mediados del siglo XIX.
¿Pese a la contaminación actual?
Sí, sí, pese a ella. Entonces no había nada que contaminar, ese era el problema. Ahora tenemos problemas con la calidad de alimentos, pero antes no había alimentos.
¿Hacen falta más árboles?
Sí, necesitamos, podemos y deberíamos tener más árboles. Hay una gran cantidad de tierras que podrían y deberían ser repobladas, el problema es que muchas de ellas son privadas. Hay que llegar a un acuerdo con ellos y tener así la autorización a cambio de algo para repoblar.
Usted es de los que pide, como Groucho Marx, "más madera".
Sí, pero no sólo para obtener madera. También por la purificación del aire, del agua, el mantenimiento de los paisajes, la biodiversidad, etc.
¿Es necesaria una educación más verde?
Hay gente que es muy poco verde y gente que con su deseo de seguir una educación verde puede estar limitando unas actuaciones que podrían ser beneficiosas. Para nosotros lo verde casi nunca sobra. Ahora bien, tenemos que tener cuidado de no pasarnos porque hay una cierta tendencia a ser verde porque eso vende. Sin embargo, la realidad es un poco distinta. Hay hipocresía en este tema. Parece que todo es verde, cuando hay cosas que son bien marrones. Es lo que pasa con el concepto mismo de sostenibilidad, ahora todo es sostenible, el significado de esta palabra se ha devaluado, ha perdido todo el prestigio. Lo sostenible es la intersección de la base ecológica, económica y social. Si no se cumple esto no será sostenible. Es un concepto muy restrictivo del que se abusa porque lo verde ahora es negocio.
El sector en el que usted trabaja ofrece la posibilidad de hacer algo sostenible.
Sí, nuestra filosofía es que intervenimos en la naturaleza para quitarle a la naturaleza aquello que le sobra. Éste es el lema de la intervención forestal: aprovechar conservando. La nuestra es una sociedad conservacionista, naturalista que defiende la intervención. Pensamos que la técnica tiene herramientas y metodologías suficientes para ser capaces de aprovechar y conservar. En países como el nuestro, viejos, donde el hombre lleva 3.000 años haciendo fuegos y labrando tierras, somos muchos los que decimos que la no intervención no garantiza la conservación. La técnica de la que hablo se basa en adelantarnos a la naturaleza. Cuando un árbol viejo muere deja un gran hueco y ahí nacen 300 arbolillos que cuando llegan a 100 años, ya sólo cabe uno y en medio se han ido eliminando esos árboles. Si nosotros no lo hacemos lo hará una tormenta, se derrumbarán y se quedarán en territorio y se pudrirán... Lo que hacemos nosotros es que justo antes de que se vayan a morir cogemos el palito y lo llevamos y graduamos esa densidad un poco artificiosamente.
¿Cómo es la relación con los movimientos ecologistas?
Hace un tiempo sufrimos una época de desencuentros, pero ahora nuestra Sociedad habla mucho con Greenpeace, con Ecologistas en Acción, con Adena. Tenemos prácticamente los mismos postulados.
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