Faltan solo dos semanas para que Catalunya comience una nueva campaña estival contra los incendios forestales y el ritmo de trabajo en los bosques es frenético. Un millar de personas tratan de reabrir caminos, reparar balsas y puntos de agua, renovar tendidos eléctricos y, sobre todo, retirar los árboles quebrados y la madera caída al suelo como consecuencia de los fuertes temporales del invierno pasado.
Solo durante la gran nevada del 8 de marzo resultaron dañadas más de 120.000 hectáreas de masa forestal (ocho veces la extensión de la comarca del Barcelonès), que ahora se están limpiando de astillas, ramas y troncos contra reloj. El tiempo apremia y el bosque tiene que quedar limpio antes del verano. Y, por si fuera poca la prisa, ha surgido un problema añadido: ¿qué hacer con el gran volumen de leña recogido?
Una buena solución, coinciden todos los implicados, sería destinar la madera a la producción de biomasa, un sector de gran potencial en Catalunya, pero que aún es incipiente. Y eso que, «desde el 2007, el Institut Català de l’Energia (Icaen) concede subvenciones por 2,5 millones de euros anuales para la instalación de calderas y estufas», explica un portavoz del organismo. «En cada convocatoria, las peticiones de los ciudadanos agotan todos los fondos disponibles», afirma el mismo interlocutor. Lo mismo ocurre con las ayudas del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) del Ministerio de Industria, que está decidido a que, en el 2020, la implantación de este combustible se duplique en España respecto al 2009. Con todo, admiten ambas entidades, aún hay mucho por hacer.
TRIPLE SOLUCIÓN / El uso de la madera para la producción de energía supone una triple solución. Por una parte, permite rebajar la creciente densidad de leña de los bosques; por otra, reduce la dependencia respecto de los combustibles fósiles y no emite CO2, y, en tercer lugar, crea puestos de trabajo. Solo en Catalunya, según el Icaen, la biomasa forestal ha propiciado la aparición de 18 grandes centros de producción de astillas y otros tres para la fabricación de pellets (madera tratada y compactada, de menor residuo).
La incineración de biomasa genera tanto energía térmica como eléctrica. El problema es que esta última, la eléctrica, no termina de arrancar en Catalunya. Eso lo ha lamentado, y mucho, el sector forestal, que califica de «oportunidad perdida» esta primavera, ya que el excedente de madera de los bosques apenas se ha podido aprovechar y parte de las astillas se están enviando a Italia.
INICIATIVAS MUNICIPALES / Mejores perspectivas presenta la producción de energía térmica. Son varios los ayuntamientos –Terrassa (Vallès Occidental), Bellver de Cerdanya (Cerdanya), Argençola (Anoia)– que se han sumado ya a la biomasa como sistema para proporcionar calefacción y agua caliente a edificios municipales, guarderías, casals o equipamientos deportivos.
Otros, entre ellos el de Mataró, están trabajando en sistemas más complejos, como la red de calor (en inglés, district heating), una fórmula muy desarrollada en los países nórdicos y el este de Europa para calentar zonas urbanas. El sistema, que la capital del Maresme ya tiene en marcha en parte, consiste en distribuir la energia térmica generada por una caldera central de biomasa a diversos edificios a través de una red de tuberías bien aisladas.
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