"Los bosques están en una situación realmente complicada. En verano el peligro de incendio es inminente. No podemos bajar la guardia ya que el riesgo cero no existe". Las palabras las pronunció en Girona, hace dos semanas, el secretario general de Interior de la Generalitat de Catalunya, Joan Boada. Pocos días antes, los consejeros de Interior y Medio Ambiente del Govern alertaron en el Parlament de que la comunidad afronta uno de sus veranos más peligrosos. Y eso, a pesar de que hasta el 31 de mayo de este año, han ardido 12.633 hectáreas, un 62% menos que en 2009.
Los meteorólogos advierten: se espera un verano muy seco y caluroso, sobre todo en el interior peninsular, con el consiguiente riesgo para la salud (golpes de calor, deshidrataciones...) y para el monte. Bastan dos semanas de temperaturas altas para que la vegetación se seque y el riesgo de fuegos se multiplique. "Podría ser un verano complicado", admiten en el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM).
Ni siquiera el agua caída en primavera es una garantía de tranquilidad para el bosque, todo lo contrario. "Las lluvias favorecen una importante acumulación de combustible en las zonas forestales, sobre todo matorral y herbáceas, que al perder su humedad en verano constituyen un factor de riesgo añadido", advierten fuentes del MARM. Por eso, la Dirección General de Medio Natural y Política Forestal publica diariamente un mapa de riesgo de incendios durante la campaña de verano.
"En España, el riesgo de un incendio forestal existe siempre porque el verano es una estación muy seca y cualquier llama puede provocar el fuego", alerta el decano del Colegio de Ingenieros de Montes, Carlos del Álamo, que apunta a "la crisis del monte" como un factor fundamental para entender estos fuegos. "En España hay 27 millones de hectáreas de superficie forestal y gran parte de ellas están abandonadas. Pertenecen a un monte que no está atendido ni gestionado, y ahí sí hay riesgo de catástrofe", sostiene.
Los expertos sostienen que la España mediterránea, con sequía estival, tiene el mayor riesgo de sucumbir a las llamas. Por contra, la España atlántica tiene un riesgo bajo o moderado gracias a las precipitaciones caídas a lo largo de todo el año. "Pero la situación puede ser muy cambiante si se producen periodos de sequía u olas de calor", inciden en el ministerio. Las políticas de prevención, la inversión a través de los Programas de Desarrollo Rural y la investigación en sistemas de predicción tratan de reducir el riesgo.
Desde el año 2001, los investigadores del grupo THOR aplican en Galicia un método que predice con una fiabilidad del 89%, y con cuatro a diez días de antelación, dónde se producirá un fuego. Sólo en esta región se suelen producir más de la mitad de los incendios declarados en España. Este sistema de predicción ya se ha exportado a Asturias y Cantabria. Para ello se calcula un algoritmo a partir de una serie de datos estadísticos cruzados.
El algoritmo de los pirómanos
"Incluso hemos conseguido contrarrestar el factor humano, porque la información sobre cómo y dónde actúan los pirómanos está almacenada en el historial de la base de datos que utilizamos para sacar el algoritmo", cuenta la investigadora del CSIC Tarsy Carballas, que trabaja en el Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia. El 52% del fuego registrado en todo el año en esta región ocurre en verano y en marzo.
Fuentes oficiales cifran en un 55% los fuegos provocados. Pero Greenpeace sostiene que el 95% de los siniestros está ocasionado por el ser humano. La ONG, en su informe El futuro en llamas, lanza una serie de negros vaticinios. "En España, si la situación actual es preocupante, las perspectivas no lo son menos". Y añade: "Los índices de peligro aumentan de oeste y norte a este y sur, y con ello la probabilidad de que los incendios sean grandes". Desde Greenpeace no dudan: "La crisis del clima va a suponer un aumento de la frecuencia de las situaciones meteorológicas extremas, las sequías severas y, como consecuencia, los incendios de alta intensidad".
"En España hay muy poca cultura forestal porque los montes están lejos de las ciudades, que es donde vive el 80% de la población", lamenta Carlos del Álamo. Según el Inventario Forestal Nacional, la superficie de bosque ha crecido estos últimos años debido al abandono de las zonas rurales. Un riesgo añadido que se evitaría "cuidando el monte, porque así arde menos", dice Carlos del Álamo.
En 2009, las llamas arrasaron en España algo más de 105.000 hectáreas en 15.391 incendios. Los siniestros acabaron, además, con la vida de 12 personas. Cinco de los fallecidos fueron un grupo de bomberos que participaba en la extinción de un fuego en Horta de Sant Joan (Tarragona). Aunque la peor tragedia de los últimos años sucedió en julio de 2005, cuando 11 trabajadores de un retén forestal murieron atrapados por las llamas en el incendio de Ribas de Saelices (Guadalajara), que arrasó casi 13.000 hectáreas.
Aquel siniestro, provocado por una hoguera encendida por unos excursionistas, marcó un punto de inflexión. El Gobierno aprobó una serie de medidas urgentes, se reforzó la colaboración entre las distintas administraciones y, en octubre, se creó la Unidad Militar de Emergencias (UME), compuesta por miembros del ejército.
La regla del 30, una trampa mortal para los bosques
Si, cuando prende la chispa en la montaña, el fuego no se logra controlar en un primer momento y se dan determinadas circunstancias, fundamentalmente la “regla del 30” (humedad relativa por debajo del 30%, temperatura superior a 30 grados centígrados y velocidad del viento por encima de los 30 km/ hora ), la extinción del incendio resulta muy complicada. Otros de los ingredientes que dificultan aún más el control de las llamas son la acumulación de combustibles (ramas secas, matorrales...) y una orografía del terreno complicada, con fuertes pendientes y valles encajados. Apagar un incendio de estas características resulta casi imposible, ya que por encima de una cierta altura de llama no se puede realizar un ataque directo por parte de los efectivos de extinción, y los medios aéreos dejan también de ser eficaces. En 2009, España sufrió 34 grandes incendios (aquellos con más de 500 hectáreas calcinadas). Los dos peores se registraron en Aragón.
Cifras
3.000 efectivos de la UME
El Ministerio de Defensa ha aportado un total de 3.000 efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) a la campaña contra incendios forestales de este verano. Los aviones apagafuegos del 43 Grupo de Fuerzas Aéreas también colaboran en el plan.
70 medios aéreos
Un total de 70 aviones y helicópteros con una capacidad de carga de hasta 5.500 litros están disponibles hasta el final de la campaña. Otras diez Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales (BRIF) helitransportadas, con 500 especialistas, completan el contingente.
4.485 guardias civiles
Hasta 4.485 efectivos del Instituto Armado se dedican este año a la prevención e investigación de fuegos forestales.
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