Carlos del Álamo Jiménez / Decano del Colegio de Ingenieros de Montes
En España, la acción humana es el riesgo principal de la aparición de incendios forestales, causante del 95 por ciento de los siniestros. El 5 por ciento restante son provocados por un rayo. Los incendios pueden ser provocados intencionadamente o por descuido. La acción preventiva debe dirigirse a la eliminación de las causas según su origen. En incendios provocados intencionadamente, que suponen un 65 por ciento al menos de las causas conocidas, se debe actuar con medios policiales para investigar la autoría, conseguir las pruebas y poner a los culpables a disposición de la Justicia. Cuando los incendios son causados por negligencia –un 25 por ciento de las causas–, hay que educar y mejorar la cultura forestal de los ciudadanos para evitar que se produzcan de nuevo en el futuro.
Por tanto, las acciones de defensa contra incendios forestales en prevención y extinción deben atender simultáneamente la disminución del riesgo de aparición de incendios y su propagación posterior.
Cuando el incendio aparece, es imprescindible una intervención inmediata que consiga reducirlo a conato. Un buen sistema de detección y unos medios de extinción eficaces, se pueden considerar prevención, como lo es el que tengamos un extintor en la cocina de casa o en nuestro automóvil.
El equilibrio entre inversiones en prevención en los montes y en el factor humano y en extinción será siempre difícil. En cada territorio se conoce el historial incendiario, y a los Planes de Defensa contra Incendios Forestales les corresponde señalar la forma de evitar su aparición y propagación. El monte nunca arde solo.
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