Las repoblaciones franquistas sin ton ni son le granjearon una mala fama de la que todavía es difícil despojarse. Los ecologistas le tienen declarada la guerra por el daño que hizo a Doñana. Superado este, siguen blandiendo el hacha de guerra contra quienes promueven o plantan eucaliptos en el sur peninsular. Le consideran un árbol exótico sin lugar en el bosque mediterráneo, más bien su detractor. El grupo multinacional Ence está empeñado en rebatir la mala fama del eucalipto, especialmente de una de sus 600 especies, el 'eucalyptus globulus', la que más cantidad de fibra produce en el mundo.
Una razón de peso le mueve a ello. Ence cuenta con una factoría de celulosa en San Juan del Puerto (Huelva) -una de las tres que tiene en España-, que produce anualmente 410.000 toneladas de celulosa de eucalipto, siendo la principal suministradora de la industria papelera en España. Para tal producción debe importar más del 50% de madera, principalmente de Uruguay, Brasil y Chile. La compañía gestiona, a través de su filial Silvasur, aproximadamente 45.000 hectáreas de eucaliptos en Andalucía, de las 140.000 que hay plantadas en esta Comunidad, casi todas en las provincias de Huelva y Sevilla y algo en Cádiz.
Desde hace años tiene en marcha un objetivo: autoabastecerse con la intensificación de la plantación de la especie 'globulus' mejorada genéticamente. Una mejora que multiplica por tres la productividad de madera en menos superficie. «Con 100.000 hectáreas bien gestionadas, se produciría el cien por cien de la materia prima necesaria», explica Antonio Martínez, director de Silvasur. No se trataría de plantar más, sino incluso de reducir hectáreas, pero con un rendimiento óptimo. «Producir más, pero ocupando menos hectáreas», explica. Por ello, el empeño de Silvasur ahora es convencer a los propietarios de eucaliptos para que se sumen al proyecto de Ence y planten esta especie mejorada genéticamente y que se cultiva en la propia factoría de San Juan del Puerto, ahora con el mayor invernadero de esta especie en España.
Un proyecto que no convence a los ecologistas. Sin ir más lejos, la pasada semana, Ecologistas en Acción y Greenpeace protestaron contundentemente contra la auditora Aenor por la renovación a Silvasur del certificado de gestión forestal sostenible PEFC, programa internacional de reconocimiento de sistemas de certificación forestal. El responsable de la campaña de bosques y clima de Greenpeace, Miguel Ángel Soto, critica el certificado porque «en la Sierra de Huelva se han eliminado cientos de ejemplares de alcornoques, madroños, brezos, entre otras especies, con importantes movimientos de tierra que han destrozado el perfil de las laderas y han alterado gravemente el suelo y el paisaje».
Una situación que siempre niega Ence y su filial Silvasur, que defienden el exquisito cuidado medioambiental de toda su industria de celulosa, incluida la producción forestal en terrenos desnudos. Para sus responsables, estas críticas parten de una «xenofobia vegetal» hacia el eucalipto y de un desconocimiento total de la especie. Antonio Martínez recuerda que la FAO fomenta su plantación en países en vías de desarrollo para la producción de madera y la regeneración de suelos.
No tanta agua
Por ello, recorriendo el amplio invernadero donde brotan miles de pequeñas plantas de 'eucalyptus globulus', Martínez desglosa todas las virtudes de esta planta y desmiente falsas atribuciones. La primera es que, contrariamente a lo que siempre se ha dicho, «consume poca agua, es muy eficiente en el uso de los recursos en comparación con otras especies o con cultivos agrícolas».
Es una planta frugal y de rápido crecimiento capaz de adaptarse a suelos de baja fertilidad. No agota el suelo ni lo desertiza, como se ha dicho, sino todo lo contrario: Apenas contiene un 25% de nutrientes recogidos en su crecimiento. El 75% restante es devuelto al suelo con la descomposición de hojas, cortezas y ramas cada vez que se produce la corta del árbol a sus diez años. Tampoco es verdad que no deje crecer otra especie. Bajo el eucalipto son habituales los helechos comunes en el norte y matorral mediterráneo en el sur. Antonio Martínez también rechaza que el eucalipto -una especie alóctona introducida en 1846 en España y de origen australiano- sea una planta invasora. No hay documentación sobre eucaliptares que hayan invadido otros espacios. Apenas hay en Andalucía un 2% de superficie de eucaliptos después de las sucesivas campañas para su arranque, pero genera el 65% de la madera que se produce en la Comunidad.
Martínez defiende que este 'desierto verde', como es llamado a veces, no solo no impide la biodiversidad, sino que contribuye como pocos a la lucha contra el efecto invernadero. Se calcula que capturan hasta 25 toneladas de CO2 por hectárea y año. Esto y la producción de biomasa de la industria de Ence en San Juan del Puerto permite a la compañía considerarse excedentaria en derechos de emisiones de CO2. Ence cuenta en San Juan con la planta de generación eléctrica con biomasa más grande de España, produciendo 350.000 megavatios por hora al año (lo que consumiría una ciudad de 150.000 habitantes). Una producción gracias a los residuos del eucalipto y de otras especies arbóreas como el olivo o subproductos agrícolas. Por último, Martínez defiende el uso múltiple y sostenible que favorece el eucalipto, al permitir actividad apícola en las plantaciones, pasto para ganado, caza y aprovechamientos micológicos (setas y hongos).
La Junta de Andalucía, que en su plan forestal incluyó hasta 2006 el arranque de 60.000 hectáreas de eucaliptos, sobre todo en el entorno de Doñana, sostiene que no es una especie a erradicar, sino a plantar en terrenos adecuados y con criterios medioambientales, según dijeron fuentes de la Consejería de Medio Ambiente. Una postura distinta a la mantenida hasta ahora y que puede ayudar a rescatar al eucalipto de su antipática fama siempre que busque su lugar adecuado.
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