ANTONIO TERUEL. Los bosques cuentan con una personalidad propia dentro del medio natural. La concentración de ejemplares vegetales, al margen de la especie de la cual sean, confiere unas particularidades especiales a ese lugar. Condiciona el paisaje y, de esa forma, los ecosistemas que a él se asocian. También las formas de vida humanas, ya que es muy probable que esos árboles puedan ser aprovechados por la población del entorno de una u otra forma. Asimismo, juegan un papel fundamental contra el cambio climático, ya, como concentraciones vegetales que son, tienen la capacidad de absorber notables volúmenes de dióxido de carbono y, de esta forma, contribuir a que la atmósfera se mantenga más limpia.
Todas estas particularidades, así como la diversidad que se esconde tras un concepto tan genérico como el de "bosque" han valido para que la ONU declarara 2011 como Año Internacional de los Bosques. Desde este mes hasta diciembre serán muchas las actividades que se realicen en todo el mundo para reivindicar la preservación de estos espacios naturales y promover la utilización responsable de los recursos que generan. Una utilidad que comienza con algo tan básico como el aprovechamiento de la madera o la elaboración de papel y corcho, pero que llega a aspectos más innovadores y plenamente concienciados con el medio ambiente como la fabricación de biomasa y su empleo como combustible. La necesidad de proteger los bosques no puede tener, de esta forma, una fecha concreta fijada en el calendario, pero no deja de ser un gran estímulo que desde Naciones Unidas se impulsen esos valores.
España tiene una de las mayores masas forestales de la Unión Europea, en buena medida gracias a que también es uno de los países con mayor superficie. Los 13,1 millones de hectáreas de bosque existentes suponen cerca del 26% de la superficie nacional, según un estudio publicado por la organización naturalista WWF-España en el año 2009. Varios países europeos presentan índices superiores pero, con todo, resulta indiscutiblemente positivo que más de un cuarto del territorio español se corresponda con suelo forestal. Un espacio que, además, se encuentra en constante crecimiento en los últimos años, según señala el responsable de Bosques de WWF-España, Félix Romero. Esto se debe, no obstante, a un factor que puede interpretarse como negativo: el abandono del medio rural. No obstante, también supone una cierta involución en relación al fenómeno histórico de la eliminación de bosques y la roturación del suelo para su uso agrícola.
En cualquier caso, este avance en la superficie boscosa no deja de ser positivo para el medio ambiente, y también para el medio rural, ya que los espacios forestales y su aprovechamiento también pueden constituir importantes vías de empleo. Eso sí, desde WWF recalcan que eso no es suficiente, porque, tal y como apunta la organización en su citado informe, "una mayor cantidad de hectáreas no significa mejor calidad biológica". Así, uno de los impactos negativos sobre los bosques es la incidencia de las actividades humanas, aspecto en el que la entidad cita el caso de la construcción de nuevas infraestructuras de comunicación. Estas obras contribuyen a fraccionar aún más un territorio que ya de por sí está muy fragmentado, un problema que dificulta las políticas de protección.
Esta situación sólo está paliada en parte por el hecho de que casi la mitad de los bosques españoles se encuentran en territorio protegido. Sin embargo, eso no quiere decir que cuenten con planes específicos de gestión: según WWF, apenas el 13% de toda la superficie forestal española cuenta con reglamentaciones propias de este tipo. En el caso de la Comunidad Valenciana, suponen una extensión de 19.600 hectáreas. Es una cantidad muy poco significativa si se compara, por ejemplo, con la de las Islas Baleares, que tienen 16.705,2 hectáreas de bosque con planes de gestión, pese a que la superficie de esta comunidad es cuatro veces inferior a la de la valenciana. También Murcia, cuya superficie total es un 50% de la de la Comunidad Valenciana, cuenta con 111.710 hectáreas de terreno forestal regulado a través de planes de gestión.
Otro aspecto destacable es la ubicación de muchos de estos bosques en zonas de erosión hídrica, algo en lo que precisamente la Comunidad Valenciana es una de las más afectadas. Los árboles ayudan a fijar el terreno y, en consecuencia, a aminorar los efectos de la erosión, pero una disminución de los ejemplares vegetales puede agravarlos. Por ello, una de las acciones sobre las que más hincapié hace WWF es el deslinde del dominio público hidráulico en los cauces fluviales, para la posterior recuperación de la vegetación de ribera. También la reparación de setos vivos para fijar lindes o perímetros de espacios lacustres es otra de las posibles intervenciones al respecto.
Para WWF, deben establecerse las medidas necesarias para que la masa forestal en España alcance al menos el 30% de la superficie posible. En este sentido, la organización ha dividido el territorio en distintas unidades de paisaje, según la vegetación autóctona de cada zona. De las 57 áreas fijadas, en 22 de ellas no se llega a ese 30%, si bien 11 se corresponden a entornos con poco potencial forestal natural. En esta tipología se incluyen todo el litoral y la mitad sur de la provincia de Alicante.
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