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Sara Acosta - Madrid - 04/06/2011
Los bosques españoles siguen desde hace años su particular travesía del desierto para salir de una crisis estructural a la que ahora se suma el agujero negro de la economía española. El principal problema de la superficie arbolada de España, que alcanza el 36% del territorio, es que carece de una gestión orientada a generar riqueza. En los últimos 20 años se ha producido un fenómeno paradójico: la masa forestal no ha dejado de crecer alentada por el abandono del campo, lo que se ha traducido en más materia prima sin posibilidad de ser aprovechada. Desde 1975, cuando se realizó el primer inventario nacional, la masa arbolada habría crecido cerca de un 50%, según cálculos de la Confederación de Organizaciones de Selvicultores de España (COSE). Otras voces asignan solo un aumento de entre el 10% y el 20% en el mismo periodo.
En paralelo, gran parte de este incremento se debe a la mayor inversión de los propietarios forestales en sus fincas. Desde el sector se recuerda que casi el 70% de la superficie forestal está en manos privadas de pequeños selvicultores. Son los mismos que entonan que solo se puede salvar el monte si es rentable. De lo contrario, "no se puede hacer nada", explica Josu Azpitarte, presidente de COSE. La novedad es que los sectores ecologistas empiezan a estar de acuerdo con esta premisa de rendimiento. Tras años de apelar a una gestión casi estrictamente conservacionista, se empieza a reconocer que una gestión forestal orientada a generar beneficios es un paso hacia la preservación, mientras se haga de forma ordenada. De lo contrario, las plagas y los incendios seguirán siendo el talón de Aquiles del monte en España, como ya ocurre.
El mejor ejemplo, una vez más, son los países nórdicos, donde tras las bucólicas imágenes de bosques soberbios se esconde el aprovechamiento de hasta el 90% de su superficie. En España no llega al 40%, según cifras de la patronal del sector. En este nuevo panorama empieza a ganar terreno la necesidad de bosques multifuncionales, que diversifiquen sus servicios más allá de la comercialización de madera. Es un antídoto además contra la fuerte fluctuación que caracteriza este mercado, uno de los primeros sectores de actividad en los que pegó la globalización, con madera de otros países, más barata.
La diversificación del uso de los bosques tiene más sentido en plena crisis, que ha puesto en jaque al sector inmobiliario, del que tiraba hasta ahora la oferta de madera. "Todas las empresas que trabajaban para este sector han sufrido una caída drástica de sus ventas. Ahora solo queda la pasta de papel y los palés", añaden desde COSE.
¿A qué aspira el monte español en este nuevo contexto? En primer lugar, admite sin complejos que ahora está listo para competir con el petróleo, nada menos. Se quejan los propietarios forestales del nefasto efecto que ha tenido en el sector la campaña de los últimos años alentada por las empresas petroleras sobre el menor impacto que tendría sobre el medio ambiente adquirir productos derivados del crudo, como el plástico, antes que cortar un árbol. "Pero es precisamente lo contrario. Es necesario cortar los árboles para que crezcan nuevos y se disponga de masa de mejor calidad", añade Azpitarte. Ante tanta campaña, los defensores de la madera recuerdan que esta materia prima es la única realmente sostenible respecto al plástico o los metales, ya que es inagotable y su proceso de transformación apenas contamina.
La mejor aliada de este resurgir de los bosques respecto al petróleo está siendo la resina. Abandonada en los setenta por los bajos precios del crudo para la fabricación de bases de pintura y barnices, ahora atraviesa su segunda edad de oro, dicen en el sector.
El consumo actual de resina alcanza las 1.800 toneladas, con potencial de llegar a las 93.000. Su desarrollo favorecería la generación de empleo, ya que es un proceso que necesita mucha mano de obra para el tratamiento y el transporte, ayudaría en la prevención de incendios por la mayor presencia de resineros en los bosques y aumentaría la capacidad de captura de CO2, ya que los obligados tratamientos selvícolas aumentan el diámetro del árbol y ofrecen un uso más duradero de esa madera en el secuestro del carbono.
La madera también reivindica su papel en el sector de la construcción, aunque ahora no ofrezca casi ninguna oportunidad de negocio. "Los arquitectos casi ni se plantean utilizar madera para la estructura de una vivienda, solo recurren a estructuras metálicas", explica Azpitarte.
La generación de energía es por supuesto una de las grandes bazas a las que pueden aspirar los propietarios forestales. El uso de biomasa para generación de electricidad es aún muy escaso en España, pero promete la creación de un gran mercado y una óptima posibilidad de generar empleo. Un estudio encargado por la patronal del sector arroja que se podrían crear hasta un 14% más de puestos de trabajo gracias al uso de biomasa respecto a la climatización y calefacción a base de combustibles de origen fósil. Prácticamente todas las comunidades autónomas en España tienen un bosque cerca, y cuanto más corto es el circuito entre la materia prima y la instalación de transformación, más rentable resulta su uso.
El problema para que despegue este incipiente mercado es la misma escasez de financiación que inunda todos los sectores de actividad. Por ello, las empresas forestales quieren estar muy atentas al plan de energías renovables que está armándose, y reivindicar un papel consecuente a la altura del potencial que tienen los bosques en la diversificación del panorama energético.
El dióxido de carbono será otra de las reclamaciones de los operadores de los bosques. La superficie forestal es el mejor sumidero de CO2, pero nadie paga por ese servicio gratuito que presta el monte. Los propietarios forestales se están organizando para reclamar una regulación que contemple esta paradoja.
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06 junio 2011
Los bosques buscan ser rentables para sobrevivir
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