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Cada verano los bosques de alcornoques de Andalucía cambian su color verde y marrón por el rojo arcilloso, el sonido del aire por el de las hachas y el olor a vegetación por el frescor de los troncos desnudos. Es el descorche, también conocido como la pela. Corcheros, rajadores, arrecogedores, arrieros, capataces, aguadores, pesadores y los 14 sufridos mulos de carga pueblan el monte para desarrollar una labor que tiene casi dos siglos de antigüedad, y que no acepta maquinaria ni mecanización. Es una tarea en cadena realizada por una cuadrilla de 30 hombres de todas las edades, donde el sacrificio físico y la solidaridad entre los trabajadores son claves para obtener un buen resultado.
Finaliza la temporada del descorche en el parque de Los Alcornocales, que comenzó el pasado 1 de junio. La última jornada empieza a las siete de la mañana en la finca Los Gavilanes, propiedad de la Junta de Andalucía, en el municipio de Jimena (Cádiz). Los corcheros se colocan de dos en dos en los troncos de los árboles y trepan con sus hachas para pelar la corteza de los alcornoques. Dejan el corcho en el suelo, donde el rajador lo partirá y dividirá en planchas con una navaja, y el arrecogedor las cargará sobre los hombros para acercarlas a los mulos, que pueden portar una carga de hasta 200 kilos de corcho. "Utilizamos mulos porque ningún camión podría llegar hasta aquí", explica Antonio, un arriero de 57 años que asegura llevar desde los 17 en el oficio. Los mulos suben y bajan por el monte con soltura con la carga perfectamente equilibrada a ambos lados del lomo, hasta llegar al patio, una zona llana donde descargan la mercancía. Los pesadores ponderan los quintales en la cabria, una balanza de tres pies, para luego amontonarlos y sumarlos a los 14.000 quintales (casi una tonelada y media) de corcho apilado.
Los alcornoques se pelan cada 10 años para no dañar al árbol, preservar el ecosistema y proteger el bosque de posibles incendios: "El corcho aísla al árbol, ahora es vulnerable al fuego porque no tiene corteza que le proteja en caso de producirse un incendio", dice Víctor Bonilla, técnico medioambiental del parque, mientras toca un tronco recién descorchado.
Los ecologistas no son contrarios a esta práctica bicentenaria, pese al acortamiento de vida que esta práctica produce en los árboles: un alcornoque sin descorchar puede vivir hasta 400 años, los pelados no llegan a los 200. Hasta los 25 ó 30 años de vida del árbol no se permite hacer el primer descorche. Juan Romero, de Ecologistas en Acción, declara el apoyo de la organización a una campaña promovida por WWF España, con el lema "Un tesoro en un tapón de corcho", en la que se reclama el consumo de vinos con tapón tradicional.
"Además de ser un material renovable y la principal fuente de ingresos de muchos municipios de Andalucía, es imprescindible para la biodiversidad. Hay que apoyar y potenciar las actividades del corcho y promover el uso del tapón de este material frente a materiales artificiales sintéticos, mucho más perjudiciales para el medio ambiente", dice Romero.
Durante el invierno los descorchadores se dedican al desbroce de la zona y labores de mantenimiento del parque, pero este año la Junta ha contratado a la empresa de medio ambiente e ingeniería forestal Infosa para encargarse de esta tarea en el 25% de la superficie del parque que pertenece a la Administración andaluza. El otro 75% es propiedad privada. Los peones de la cuadrilla afrontan un invierno sin trabajo. Cobran 100 euros el jornal. Manuel trabajaba en el sector de la construcción y perdió su empleo. Para entrar en la cuadrilla de descorchadores compró un burro para que hiciera las veces de aguador: el mulito carga con 70 litros de agua para dar de beber a los corcheros durante la jornada. Ahora, pide 120 euros por el animal gracias al que ha conseguido empleo durante dos meses, porque "ya ha cumplido su labor".
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20 agosto 2011
El trabajo de descorche en el Parque de los Alcornocales
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