08 agosto 2011

El trabajo de las Brigadas de Investigación de Incendios Forestales

visto en elnortedecastilla.es


ESTHER MARTÍN | VALLADOLID.

A las 21:38 del 10 de julio, alguien marcó el 112 en su teléfono para informar de un incendio en el paraje de La Encina, situado en el término municipal de Laguna de Duero. De forma inmediata se movilizó el equipo de extinción, compuesto por tres agentes medioambientales, seis bomberos y un camión. Entre todos, después de una hora, lograron controlar el fuego y, finalmente, apagarlo. La zona afectada quedó reducida a cenizas, pero lejos de olvidar el incidente, las Brigadas de Investigación de Incendios Forestales (BIIF) lo investigan para esclarecer las causas.

Estos equipos son parte del plan de defensa contra los incendios forestales de la Junta de Castilla y León. Resulta paradójico que, a pesar de ser los últimos en abandonar la escena, su trabajo sirva para prevenir. Y es que tal y como explica Miguel García, técnico forestal, se intentan buscar las causas y las motivaciones para descubrir los factores más repetidos y así establecer las normas o leyes que prevengan las quemas.

Cada brigada está formada por dos agentes medioambientales y un técnico coordinador especializado en investigación de causas, que suele ser un ingeniero de Montes o un ingeniero técnico forestal, que forman parte del dispositivo de extinción, lo que significa que en el momento en que tienen constancia de un incendio, se desplazan al lugar del suceso para esclarecer el porqué del siniestro. El todoterreno les acerca hasta un paraje alejado del pueblo, inhabitado y lleno de vegetación seca. Ataviados con monos de trabajo y chalecos reflectantes, descienden del vehículo y cogen el maletín que contiene los instrumentos necesarios para la investigación.

Las pruebas que se encuentren durante la investigación son muy importantes, no solo para esclarecer las causas, sino porque en caso de juicio se pueden presentar desde la acusación. De hecho, desde el año 2003 los fiscales hicieron que las fotos digitales que toman las brigadas sirviesen como prueba para los atestados. Hay que aclarar que los agentes forestales son agentes de la autoridad y, si sus informes concluyen que ha habido un delito, pueden servir como prueba en el litigio.
Toman datos y declaraciones a las personas que estaban antes en la zona o pueden tener alguna clave para aclarar el caso. Pero no se pueden dejar guiar por los testimonios, aclara Alejandro Muñoz, uno de los agentes medioambientales, ya que las auténticas pruebas están escondidas entre las cenizas.

Alejandro y Miguel van acompañados de Isabel Manzano, técnico, y Rubén Corredor, agente medioambiental. Antes de empezar a investigar, deben estudiar la geografía y tomar los datos meteorológicos para determinar si estos han ayudado a propagar el fuego. El anemómetro o la brújula nos marcan la dirección del viento y la temperatura relativa. «Nosotros vamos en contra del incendio. Empezamos por el final y hacemos un repaso para ubicar dónde comenzó el fuego», aclara Alejandro.

Reconstrucción
Para hacer una reconstrucción fiel de los hechos, las personas que trabajan en labores de extinción tienen que tener mucho cuidado para no destrozar ninguna prueba que pueda ser vinculante. Por ello están advertidos de que deben desplazarse fuera del perímetro del fuego o, de lo contrario, eliminarán las indicios, «aunque a veces es inevitable», resalta Miguel.
En este momento arranca el dispositivo y mediante el 'método de las evidencias físicas' se estudia el grado de daños de la zona. El más mínimo detalle es fundamental para la investigación. Observando la forma de las pajas o las zonas quemadas en los troncos de los árboles, se puede adivinar la dirección del fuego. «Si por ejemplo el fuego avanza muy despacio, se va quemando poquito a poco y te encuentras la estepilla o los carrizos sin quemar», explica Alejandro.
«Para investigar un fuego, hay que haber formado parte de muchas extinciones. ¿Cómo vas a participar en un incendio si no sabes cómo se comporta el fuego en el medio natural?», señala Rubén, que lleva más de 30 años luchando contra estas catástrofes.

Acotación
Después de inspeccionar el lugar, es hora de acotar la zona donde se produjo el incendio. Isabel va colocando banderas siguiendo el recorrido del fuego. Cuando termina, observa el área y descifra el código de colores. Las rojas señalan la dirección del fuego, las amarillas se utilizan cuando hay un cambio de dirección y, finalmente, las blancas indican señales que pueden ayudar a saber qué actividad se estaba realizando en ese momento.
Por el camino se ve cómo las pajas, el musgo o los árboles han sido afectados por el fuego y son ellos, precisamente, los que marcan la senda. «Hay incendios donde tienes matorral, que es terrible para los medios de extinción porque el fuego los transforma en auténticos cuchillos tanto para los vehículos, como para las personas». Es un caso que ocurre a menudo en zonas de León, donde abunda este tipo de vegetación, y es que si el agente se cae hacia atrás pueden clavarse el matorral en la espalda y perforarse el pulmón. «Ha habido muertes por ese motivo», advierte Miguel.
Tras una primera acotación, el siguiente paso es seguir reduciendo el perímetro hasta llegar al punto de inicio. En el caso concreto de este incendio se vio casi de inmediato gracias a la experiencia de los agentes. «Al llegar piensas qué actividad se puede realizar en este lugar y quién puede venir aquí, ves la línea de alta tensión y está claro, blanco y en botella», aclara Rubén.
El poste de la línea de alta tensión fue el culpable. Un pájaro se posó en un conductor y al emprender el vuelo hizo contacto con un cable en forma de puente, se electrocutó y descendió ardiendo, provocando el incendio.
El caso ya está aclarado y, tras la búsqueda, es hora de hacer el informe que será tramitado desde el servicio territorial a la autoridad competente. Su trabajo ha terminado. Ahora le corresponde a la Administración comunicar al propietario de la línea que corrija el problema.

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