La actual ley forestal valenciana dice que son montes o terrenos forestales «todas las superficies cubiertas de especies arbóreas, arbustivas, de matorral o herbáceas, de origen natural o procedentes de siembra o plantación, que cumplan o puedan cumplir funciones ecológicas, de protección, de producción, de paisaje o recreativas. Igualmente, se considerarán montes o terrenos forestales los enclaves forestales en terrenos agrícolas y «los terrenos que, aun no reuniendo los requisitos señalados anteriormente, queden adscritos a la finalidad de su transformación futura en forestal».
La ambigüedad de esta definición tan genérica viene dando pie a innumerables problemas a propietarios de fincas agrícolas que, en aplicación de esta normativa, han adquirido en los últimos años un carácter forestal. Son en su mayoría casos en los que se abandonaron los cultivos antiguos, porque no eran rentables, y posteriormente, por los cambios de orientaciones agronómicas, nuevas iniciativas o la disponibilidad de agua de riego, se ha recobrado el interés.
Pero entonces, los dueños tropiezan los problemas relacionados con deslindes, inventarios forestales o la interpretación de técnicos de la Conselleria de Medio Ambiente, viéndose sorprendidos por una situación extraña: son dueños de los terrenos, pero se les impide usarlos libremente para cultivarlos.
Este panorama va a cambiar. La conselleria está tramitando un Plan de Actuación Territorial Forestal (Patfor) que, según han explicado sus mentores, va a representar sustanciales variaciones.
La evidencia es lo que vale
Para empezar, para que a un terreno agrícola presuntamente abandonado se le dé un carácter forestal deberán haber crecido árboles de especies forestales en al menos un 30% de su superficie.
La pretensión es evitar las ambigüedades que dan pie a interpretaciones subjetivas, para tratar de aplicar unos criterios lo más objetivos posibles, según ha explicado a LAS PROVINCIAS Alfredo González, director general del Medio Natural.
El Patfor, que está en fase de divulgación de sus contenidos e información pública, se concretará además en una cartografía en la que se actualizarán los datos del territorio, clarificando bien lo que es monte y lo que no lo es. Pero para contribuir a evitar errores, que existen y se asume que seguirán existiendo, esta cartografía no tendrá un carácter decisorio preferente. El director generral asegura que, «en caso de discrepancias o alegaciones, no daremos validez incuestionable a la cartografía, sino a la evidencia, valorando la realidad, in situ».
Un 2% más de monte al año
De los 2,3 millones de hectáreas de la Comunitat Valenciana, 1,255 millones (el 54,5%) son forestales, y de ellas, 750.000 arboladas. Sin embargo, esa vasta proporción del territorio sólo aporta el 0,003% del PIB. Es muy necesario y rentable desde el punto de vista ecológico, pero casi nada en términos económicos. Y el problema añadido esque en esa parte del territorio valenciano hay población que interesa a todos mantener allí, de modo que conviene mejorar sus condiciones económicas para frenar el despoblamiento de las comarcas del interior, donde radican mayoritariamente las áreas forestales.
Por otro lado la superficie forestal crece un 2% cada año, debido al constante abandono de cultivos agrícolas, que es más acusado en las zonas de secano lindantes con montes, porque son ya de por sí menos rentables y están a cargo de personas más mayores, que se van jubilando sin descendencia profesional.
Sencillez y flexibilidad
Con este panorama, Alfredo González ha explicado que «el nuevo equipo de la conselleria ha apostado decididamente por potenciar todas las posibilidades de producción y desarrollo económico en las áreas forestales que sean compatibles con su sostenibilidad».
El principio fundamental de este cambio de legislación y de actitud respecto a los restrictivos conceptos forestales clásicos estriba en «evitar rigideces, que nada sea inamovible,que haya flexibilidad y que las normas sean sencillas; que esto sirva para solucionar problemas, no para crearlos o acrecentarlos», indica González. Hasta ahora, señalar un terreno como forestal implicaba algo casi definitivo, como una condena. Con la nueva orientación «no significará que quepa hacer nada, habrá que estudiarlo bien caso por caso, y si es compatible con el interés medioambiental no se deben poner más problemas; hay que modernizar la gestión».
La energía de la biomasa
Esto puede ser fundamental para la recuperación de viejas áreas de cultivo que sean de interés por parte de sus dueños, porque González reconoce que, en estos momentos, «para muchos, tener un terreno forestal supone más una hipoteca que un patrimonio; hay que reestablecer el sentido común y saber compatibilizar intereses productivos y medioambientales».
A todo esto, ¿qué cultivos pueden interesar de nuevo en los cambos que ya se dejaron de cultivar por falta derentabilidad, y con el agravamiento general de la crisis agraria? Siempre hay iniciativas agrícolas nuevas de futuro, pero el equipo de Medio Ambiente piensa sobre todo en el aprovechamiento energético de la biomasa de los montes de la Comunitat Valenciana y también en la que pueda cultivarse con esta misma orientación en terrenos agrícolas que recobrarían así un inesperado interés.
Se trata de utilizar la biomasa para generar electricidad, en un ciclo cerrado de CO2. El que se libera al quemar la madera y demás restos procedentes de las operaciones de 'limpia' del monte o de las plantaciones es el que absorben de nuevo los árboles en crecimiento. La planta de Iberdrola en Corduente (Guadalajara) ha servido de ejemplo a seguir.
La idea es empezar a actuar en los montes propiedad de la Generalitat, que suponen el 7% de toda la superficie forestal de la Comunitat. Luego se invitaría a seguir iguales pasos a los ayuntamientos que son dueños del resto de montes públicos, el 40%.
Se estima en 14,5 millones de metros cúbicos la biomasa residual aprovechable en los montes públicos de la Generalitat y una capacidad inicial de aprovechar 500.000 toneladas al año, cuando se lance el proyecto. Los cálculos económicos demuestran su rentabilidad. Quemando 150.000 metros cúbicos de biomasa en una central moderna se pueden obtener más de 118 millones de kilovatios/hora. A un precio de 14 céntimos de euro son 16,5 millones de euros. Como los costes de extracción de esa biomasa se cifran en 4,5millones de euros, el margen neto es de 12 millones. Cada millón de euros genera 16 empleos directos, más los indirectos. Y encima se mantienen montes limpios y a salvo del fuego.
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