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28 agosto 2012
Desarrollo económico rural a través del aprovechamiento forestal
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En los años ochenta, el fuerte empuje de las importaciones de resina desde China había quebrado una forma de vida “sin mucha holgura” para los habitantes de los municipios de Castrocontrigo, Luyego y de Quintana y Congosto, en el sur de León, cuyos pinos ha destrozado este agosto un terrible incendio. Ahora, dos fábricas abandonadas en Nogarejas y Castrocontrigo dan testimonio de esa actividad desaparecida. La competencia del producto traído de Brasil había terminado por deshacer la industria. Acabaron tiempos en los que, como indica el alcalde de Castrocontrigo, Aureliano Fernández, “los montes estaban más limpios, libres de tanto brezo”. Y con el fin de la resina, se hicieron cada vez más frecuentes los fuegos, ya comunes en un terreno en el que abundan las tormentas secas.
La crisis de la industria de la resina impulsó a muchos jóvenes a abandonar el medio rural y a probar suerte, sobre todo, en el País Vasco, en Cataluña y en Madrid. “La vida por aquí se veía un poco atrasada, y ahora más, claro”, explica Esteban Ares Rubio, habitante de Torneros de Jamuz, de 85 años, quien fue resinero desde los 12. Un dato facilitado por CESEFOR (Centro de Servicios y Promoción Forestal y de su Industria de Castilla y León), ayuda a entender las dimensiones del hundimiento de la producción: En 1957, funcionaban 87 fábricas de destilación de resina en toda España. En 2008, solo lo hacían cuatro. Ahora, el sector resinero atravesaba una segunda oportunidad.
De acuerdo con CESEFOR, en 2011 se extrajeron 4.500 toneladas en Castilla y León, una cantidad que se podía equiparar a la obtenida en 1998. Había 64 resineros que se habían incorporado a la actividad ese año, de los 320 que se contabilizan en la comunidad con mayor actividad resinera. ¿Los motivos? El estancamiento de la producción china, por consumo interno, factores de insostenibilidad y mercado errático, como expone Félix Pinillos, técnico de CESEFOR.
Pinillos afirma que es esencial apoyar el renacimiento de la resina, como forma de crear empleos estables en el medio rural. Además del valor medioambiental de un producto “natural y renovable, con una menor emisión de dióxido de carbono (CO2)”, destaca la necesidad de establecer un vínculo con el monte, que fomente su preservación y, como consecuencia, la prevención de los incendios forestales. El proyecto Sust Forest de la Unión Europea en cooperación con Portugal y Francia, impulsa el desarrollo de la actividad a través de la mecanización de la extracción de la resina. “Hay que buscar los medios de proteger ciclos largos de producción, como este, de situaciones coyunturales”, insiste Pinillos. El ingeniero añade que parte del espíritu del proyecto es encontrar empleos estables durante el invierno para aquellos que se dediquen a la resina.
La extracción de la resina es un proceso manual y tremendamente laborioso que se realiza desde febrero y marzo, hasta prácticamente la llegada del invierno. Al arranque de la campaña, las subidas al monte son para ir preparando los pinos, para que “sangren” o “lloren”, como se dice en terminología resinera. Muchas veces, es necesario contratar máquinas que abran camino en las zonas más abruptas y olvidadas. Cada quince días, los resineros alisan la corteza con hachas, sin llegar a la madera, y se le aplica una pasta para acelerar el proceso que, con la llegada del calor, terminará de culminar. La recolecta se realiza en tres meses: en julio —cuando los trabajadores ven dinero por primera vez en el proceso—, en agosto y en noviembre. Mientras tanto, es necesario seguir picando los árboles.
Como explica el informe elaborado por CESEFOR, “La resina: Herramienta de conservación de nuestros pinares”, la colofonia (resina sólida) se emplea en el acabado del papel, como emulsionante en la fabricación de caucho sintético, como goma base de chicles, jabones, productos depilatorios, y pinturas, entre otros usos. El aguarrás, líquido resultante de la destilación de la miera, se destina a fragancias, a aromas alimentarios o incluso a vitaminas.
Además de la posibilidad que brinda para que los jóvenes encuentren una actividad que les permita asentarse en los pueblos, Luis Gil, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, defiende una gestión forestal que proteja pinares y pinares que han sido descuidados. Su ausencia, argumentaba en un reciente artículo de opinión de EL PAÍS, es una “ruleta rusa” ante futuros incendios y la desertificación de gran parte del paisaje español. Gil explica que en España hay una superficie de 600.000 hectáreas que se puede resinar, y que debería ser beneficiaria de subvenciones. En su opinión, hay que erradicar el estigma de franquista que persigue a la política forestal. Al mismo tiempo, denuncia el hecho de que en las últimas tres generaciones ha calado la idea de que el pino es malo. “Hay una desinformación sobre la realidad forestal”, alega, “debemos empezar reconociendo que el 70% de nuestro territorio no es productivo”. Y que el pino es un árbol “adaptado a recuperar suelos esqueléticos”.
Asaja (Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores) de León ha denunciado en una declaración tras la catátrofe de Castrocontrigo "la forestación irracional ocupando terrenos agrícolas". Estas masas forestales, añade, "se encuentran en el más absoluto abandono y son un riego de propagación de incendios". La asociación reclama más limpieza del monte y presencia de cortafuegos.
Por su parte, la organización ecologista WWF (World Wide Fund for Nature) ha pedido este lunes al ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, que lidere una estrategia que vertebre una política forestal. La organización insta al Gobierno a poner fin a "décadas de abandono y descoordinación" en la lucha contra el fuego. El secretario de WWF España, Juan Carlos del Olmo, ha denunciado que la magnitud de los grandes incendios forestales de los últimos meses "está directamente relacionada con la forma en la que se han gestionado los montes en los últimos 30 años".
El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente ha informado este lunes de que, hasta el 19 de agosto de 2011, se han quemado casi 150.000 hectáreas de superficie forestal en los 11.652 incendios que ha habido en España. Gil anima a las autoridades a analizar cuánto dinero público se ha gastado en las tareas de extinción, en la recuperación del terreno dañado y en indemnizaciones por los fuegos. Pinillos advierte de que, hasta que no pasen cincuenta años, no se va a poder resinar en la zona del sur de León devorada por el incendio. El tronco de un pino debe ser de treinta centímetros de ancho como mínimo para su explotación.
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