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A.M. Ron
Cuando suena el móvil de Ángel Fernández, director del Parque Nacional de Garajonay, apenas escucha nada. "Lo tengo cubierto de carbonilla", indica, y procede a facilitar otro número. Fernández lleva doce días al pie de los trabajos de extinción del incendio que ha calcinado un 20% del parque, y se ha implicado hasta el punto de que se ha quemado la mano tratando de apagarlo.
En las últimas horas no se registran llamas en el incendio y las condiciones meteorológicas han sido favorables a la extinción, pero el problema continúa bajo el suelo, según relata. "Tenemos un frente que está avanzando por el subsuelo, que nos está dando muchos problemas", indica. "Se ha traído aquí un analista experto para ver cómo solucionar esto".
Fuego en el subsuelo
Por su naturaleza, este tipo de incendios provoca continuos rebrotes y puede estar detrás de la larga duración de un fuego que ha quemado un 11% de la superficie de la isla y ha calcinado parte de un parque que es reserva mundial de la Biosfera. "Un incendio de subsuelo arde sin emitir llama y va progresando muy lentamente", indica Rafael Serrada, vicepresidente de la Sociedad de Ciencias Forestales. "Y es causa de aparición de reiniciación de incendios en frentes que se habían dado por extinguidos".
Lo que está ardiendo ahora mismo en La Gomera es una capa de materia orgánica que puede tener hasta medio metro de profundidad y que es el resultado de la acumulación de hojas y raíces muertas durante años. "Si penetra en el suelo, el fuego puede durar mucho", indica Juli G. Pausas, investigador del CSIC en el Centro de Investigaciones sobre Desertificación, "como sucedió hace unos años en las Tablas de Daimiel". La estrategia, aparte de empapar bien la superficie, es intervenir directamente sobre el propio suelo, haciendo zanjas con excavadoras, o bien con palas si la orografía de la zona impide a las máquinas acceder al lugar.
En busca de las causas
Mientras las fuerzas de seguridad tratan de determinar las causas del incendio, e investigan si pudo ser intencionado, la polémica se centra en la falta de medios. En opinión de Juli G. Pausas, "es posible que tenga influencia", pero una vez que se desata el fuego lo que influye es la sequedad; aumentar exponencialmente los medios no reduce significativamente el fuego si las condiciones son adversas. "Un ejemplo muy claro y reciente", relata, "es el del incendio de Dos Aguas, que duró tres o cuatro días y no se paró cuando aumentaron los efectivos, sino cuando paró el viento de poniente".
Para Rafael Serrada el problema es que las condiciones de falta de lluvias han provocado que un bosque húmedo como es el de la laurisilva haya alcanzado un grado de sequedad que lo ha dejado expuesto. "En condiciones de sequedad, si lleva mucho tiempo sin llover, y el material vegetal baja del 10% de humedad, es fácilmente inflamable". "Todo puede arder", sentencia.
Por otro lado, este tipo de fuegos en el subsuelo puede despistar respecto al origen del incendio, puesto que pueden aparecer varios focos en distintos momentos. El fuego permanece latente y reaparece en otro extremo, como sucedió en el incendio de As Fragas do Eume en Galicia el aspado mes de marzo, según los primeros informes.
El camino a la regeneración
Muchos ecosistemas, como el del pino canario, se han adaptado bien al fuego y se regeneran de manera natural. En su caso el fuego hace estallar las piñas y siembran el suelo de piñones. "El bosque de laurisilva no entra en este esquema", admite Pausas, "lo que sí podría suponer un peligro para la biodiversidad". En cualquier caso, hay un motivo para ser optimistas. "Todas las especies de monte verde son brotadoras", asegura Serrada, "es decir, "las plantas mantienen la capacidad de brotar de raíz y la recuperación es más activa que la de las especies por semillas".
El principal peligro está en cómo afecte el incendio al suelo. "Es lo peor que puede pasar", indica el experto del CSIC. "Tras quemarse, no quedan suficientes raíces y las lluvias pueden arrastrar el suelo con semillas y con todo, y esto sí que es difícil de regenerar". "Las lluvias pueden arrastrar nutrientes y tierra", señala Serrada. "En caso de Canarias no es frecuente que haya aguaceros intensos, pero la condensación de nieblas que se produce en estos bosques ahora se ha perdido, se ha alterado el ciclo hidrológico". En el tipo de bosque que poblaba el parque Garajonay, los vientos alisios provocan una condensación en las vegetación que después se traslada al suelo, una captación de aguas que ahora no se dará en las zonas quemadas y puede retrasar la recuperación.
Contra todas estas circunstancias existen estrategias, se pueden detectar las zonas susceptibles de erosión y cubrirlas con ramas quemadas para evitar el impacto de las lluvias, seleccionar las especies que se repueblan, etc. Otra cosa es conocer el tiempo que llevará a La Gomera recuperar el estado anterior a este terrible incendio. La cuestión puede ser difícil de predecir, pero muy fácil de calcular, como asegura Serrada, ya que los árboles tardarán en recuperarse el mismo tiempo que tenían. "En el bosque de Garajonay hay ejemplares de más de 200 años", explica, "para tener otro igual habrá que esperar otros 200 años".
Lo que habrá que hacer, indican los expertos, es mejorar el sistema de prevención de cara al futuro, en especial en lo referente a las zonas habitadas, donde el riesgo es doble: tanto por los daños a las personas como por la posibilidad de que sus actividades desaten los incendios. Las cumbres del roque de Agando volverán a estar rodeadas de vegetación un día, pero para eso hay empezar a trabajar y esperar. Sobre los primeros árboles en recuperarse, Serreda confía en que será bastante ágil: "brotarán la primavera que viene".
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16 agosto 2012
Lograr la recuperación de La Gomera
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1 comentarios realizados :
La misión biológica de Lourizán, Pontevedra ha experimentado distintas formas de conservar el suelo tras un gran incendio en zonas pendientes con escorrentía.
Sólo el Mulching de paja retiene el 95 % en su lugar... ni ramas quebradas ni siembra de gramíneas sirvieron para nada.
Mulching de paja o aguantarse con la erosión.
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