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ARACELI SAAVEDRA La nítida huella recogida ayer por los agentes medioambientales de la Consejería de Medio Ambiente, y que aparecía estampada en el panal de una colmena, despeja todas las dudas y confirma la presencia de un oso en el Monte de Velilla, en el término municipal de Muelas de los Caballeros. El ejemplar no ha sido avistado físicamente pero ya tiene nombre, «Giorgino». El oso reaparece de forma fehaciente en estas latitudes, de donde desapareció en el primer tercio del pasado siglo por la presión humana.
Tras una semana de pesquisas se da por certera la presencia del plantígrado en la cara sur de la Sierra de la Cabrera, que pertenece a la provincia de Zamora. Otras tres huellas más, dos en un camino y una en la pista de tierra del colmenar, recogidas con anterioridad, confirman lo que para el apicultor de Muelas, Isidro Bordel Lafuente, era una sospecha desde hace veinte días, cuando su colmenar fue objeto de un ataque desproporcionado.
Los agentes medioambientales han rastreado con precisión desde la pasada semana restos de heces y dos zarpazos recientes, cuyas garras aparecen marcadas con claridad en las celdillas de cera de las abejas. Ayer volvían a revisar la zona del colmenar en busca de pelo para remitirlo y poder sacar la información genética y poder establecer su parentesco con cualquiera de los núcleos oseros rastreados en la provincia de León.
El colmenar de Isidro Bordel asaltado por el oso está situado en el Monte de UP 113 de Velilla, en el paraje de los Balgones a 9 kilómetros de Muelas de los Caballeros. Cuenta con 80 colmenas, de las que 15 han servido al plantígrado para darse un banquete tras otro. Los dos últimos, casi seguidos, este lunes y ayer martes. «Viene se da una buena comida y se marcha sin pagar» dice con humor este apicultor. Este vecino tiene unas 700 colmenas repartidas en varios colmenares. Hace dos décadas vendió el rebaño de ovejas y se dedicó por completo a la apicultura, que hoy le obliga, por estos asaltos ursinos, a visitarlas más que nunca.
Hace veinte días, antes de las últimas lluvias, Isidro subió para revisar el estado de las colmenas y se encontró media docena de ellas literalmente arrasadas. Barajó todo tipo de sospechas, desde que hubiera sido un tejón, un zorro e incluso alguna persona. En el caso del tejón los daños eran considerables y los alambres de los cuadros estaban cortados, algo difícil para el tejón. Se descartó también que fuera un zorro, e incluso se desestimó al jabalí «que ara todo el suelo del colmenar, pero las colmenas ni las tocan». El zorro se limita a aprovechar cualquier desaguisado pero tampoco tiene capacidad para tirar y destrozar. «Si una persona quiere hacer daño tira las colmenas del principio del camino, pero no las del final» afirma el propietario. Tampoco había rastros de vehículos en la zona. Los panales estaban literalmente comidos por la parte donde más miel se acumulada.
Tras sufrir el primer ataque, se lo comentó con los agentes Medio Ambientales de Mombuey. Poco tiempo después sobrevino un segundo ataque que, esta vez sí, denuncio ante los agentes y la Guardia Civil. A los dos o tres días vino un tercer ataque y el último ayer. Los hechos ya se han notificado a la compañía aseguradora. En veinte años que se dedica a la actividad no había visto unos daños tan desmesurados.
El oso se conformó con glotonear los panales que los días antes había desmembrado. Las abejas están en este momento en fase de cría, los panales tienen poca miel pero, significativamente, no ha devorado ni a las crías ni a los adultos que, sin embargo, han perecido al quedar desahuciadas de sus casas.
La colmena está situada en la parte baja y en el primer cuerpo -un alza- está la cría. En este primer cuerpo hay 9 cuadros, seis donde se desarrollan las futuras abejas y en las otras tres está la poca miel que hasta ahora han recolectado.
Isidro Bordel regresó ayer, sobre las once de la mañana, y verificó de nuevo la presencia del oso, con la novedad de encontrar huellas mucho más reveladoras, dos zarpazos y una palma casi completa. Cuando el apicultor se disponía a bajar con el hallazgo llegaron tres agentes que corroboraron la nueva la visita del plantígrado. Prosiguieron además revisando el colmenar y tomando fotografías de las nuevas huellas. También recogieron una cámara personal de fototrampeo instalada el día anterior por uno de los agentes en la zona.
Isidro muestra el punto por el que aparentemente el engolosado ejemplar entra en la explotación sin pasar por los caminos o pistas. Por el boquete en la vegetación se vislumbra que algo de considerables dimensiones ha abierto trocha desde un robledal, en el que se supone que puede estar refugiado.
De donde procede este oso es una incógnita, pero el propio apicultor tiene sus sospechas de que, a causa de los incendios ocurridos el pasado verano en la zona limítrofe de León, puedan venir de los términos de Castrocontrigo, Tabuyo del Monte o de los montes calcinados en la zona del pico del Teleno. Uno de los agentes consigna que sí está registrada la presencia del oso en la Cabrera, aunque no en la zona norte, que limita con Sanabria, o al menos no había constancia fidedigna.
El paraje que ha elegido el animal es idóneo a primera vista. Los valles de Ferradal, Aguas Blancas, Tigeo y Giveo, surcados por arroyos y fuentes como la Fuente El Buey representan los ecosistemas más sobresalientes de la zona. Tupidas masas de robledales y pinares que proporcionan bellotas y hongos, abundantes arandaneras, además de tejos en la zona de Vega del Castillo son aptos para que el plantígrado se empadrone temporalmente en la Carballeda.
Ahora con la primavera en ciernes escasean bayas y frutos, sus fuentes de alimentación, y en el colmenar de Isidro Bordel ha encontrado el mejor manjar. «La miel es como la droga para el oso» asevera uno de los inspectores oculares. El enclave es una zona relativamente remota donde es poco frecuente la presencia de personas.
A Bordel esta situación le genera un doble sentimiento, por un lado la presencia de esta especie extinta es un hecho significativo para él, pero por otro se teme que los daños vayan en aumento porque parte de su explotación está repartida por la zona en un radio de 1,5 kilómetros en el perímetro del primer colmenar asaltado. Ayer se preparaba para cercar las colmenas con una malla y un pastor eléctrico prestado por un vecino, corriendo el riesgo de que el oso asalte las otras colmenas.
Al ser una especie protegida en peligro de extinción, Ursus arctos, la administración contempla el pago de daños a los afectos por los ataques, trámite que también se dispone a gestionar este vecino de Muelas. De momento lo ha notificado a la compañía aseguradora.
Los agentes Medioambientales también comentan que la presencia del oso en la zona, donde se había extinguido según sus datos en los años 30 del siglo pasado, es un aliciente para su vocación profesional.
El revuelo en Muelas y los pueblos de Justel y Vega está servido en unos días en que pinares y robledales del Monte Velilla están animados por los recolectores de setas locales. El presencia del oso en Sanabria-Carballeda, con numerosos topónimos en su geografía, es considerada una visita o estancia de buena salud forestal.
Fuente: laopiniondezamora.es
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